domingo, noviembre 19, 2006

Tarde lluviosa en el Zócalo -Parte 1

El día de hoy, pasé una lluviosa tarde de noviembre en el Zócalo capitalino, donde podemos ver de todo, comprar de todo y hasta oler de todo.

Comenzó la excursión en el siempre concurrido metro, donde después de unas cuantas estaciones aplastada entre la gente llegué a mi destino. Salí por Catedral y comenzó la caminata entre los puestos, con esa sinfonía de colores y aromas que siempre caracteriza esta parte de la ciudad.

No faltaban los típicos puestos ambulantes de comida, donde había desde hot dogs hasta elotes, pasando por puestos de mariscos de dudosa procedencia y hasta hot cakes y churros, que por cierto se veían ricos.

Caminar entre la gente y con la lluvia fue una divertida odisea, ya que los empujones y uno que otro vivales que quiere tocar de más fueron lo más común. Había que esquivar también uno que otro charco y a los diableros que iban con su carga gritando "¡Ahi va el diablo!.. ¡Ahi va el diablo"!.

A pesar de la lluvia, las calles de Moneda y Correo Mayor estaban a reventar, con grupos de turistas, familias que iban por sus compras pre-navideñas y hasta grupos de policías encargados de vigilar el orden y quitar uno que otro puesto ambulante.

Gracias a los toldos de los puestos y a que llevaba una gorra, pude cubrirme del chipi-chipi rítmico que caía del cielo y por puro milagro me salvé de que me mojaran, ya que el agua se acumuló en los techos de algunos puestos y por más que los vendedores gritaban a todo pulmón "¡Aguas!" a un despistado señor le cayó toda el agua de uno de los toldos, bañándolo por completo. El pobre sólo pudo sacudirse y seguir caminando, lo que a los demás nos provocó un ataque de risa y alivio al ver que el baño no fue para nosotros.

Caminamos un rato más, entre las calles de El Carmen y Colombia, donde pudimos ver puestos de juguetes, adornos navideños nada convencionales y hasta un puesto donde toda la mercancía era de a peso.

Es padre ir a chacharear un rato, aunque no compre uno nada, ver tanta gente tan diferente en un mismo lugar, porque en el centro ves de todo, desde la familia humilde de provincia, pasando por los hippies que venden collares, los siempre oportunos manifestantes, los turistas de varias nacionalidades y hasta personas mas o menos adineradas que van a dar la vuelta o a misa los domingos a Catedral.

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