¡Aventureros! El jueves por la tarde, con mis amigos de la oficina, nos pusimos a ver La Historia Sin Fin, una película que hacía años no veía y me puso a pensar acerca de las lecciones de vida y moralejas que Michael Ende, autor de la novela en que está basada reflejó en las situaciones que vive cada personaje y además me recordó una historia. Voy a dividir este post en dos, para que no sea tan pesado.
Comencemos con la historia y en el otro post, las reflexiones..
Hace mucho tiempo había una niña a la que le encantaba leer. Desde muy pequeña todas las noches le pedía a su papá y su mamá que le leyeran un cuento antes de dormir.
A la corta edad de 4 años, aprendió solita a leer y descubrió todo un universo que se escondía detrás de cada página. Usando su imaginación, vivía intensamente cada una de las historias que leía en sus libros, llevándola a lugares lejanos, conociendo personajes interesantes y aprendiendo valiosas lecciones.
Ese amor por la lectura, inculcado por sus padres fue creciendo con el tiempo, como una semilla en tierra fértil. Pero un día la niña se enfermó, tenía asma alérgica, una condición que no le permitía hacer muchas cosas como correr o brincar porque le faltaba el aire, no podía estar sin suéter, no podía comer helados y mucho menos andar sin zapatos bajo pena de tener un ataque interminable de tos toda la noche.
Muchas tardes el asma hacía prácticamente impensable actividades normales como salir a jugar trepar árboles o andar en bicicleta. Era entonces cuando esta pequeña soñadora tomaba uno de sus libros, se acomodaba en su cama, libro en mano y emprendía una nueva aventura.
Por supuesto, muchas veces era blanco de las burlas de sus compañeros de escuela, pues no podía hacer lo mismo que ellos y porque prefería pasar el recreo en compañía de uno de sus libros.
Ellos se habían convertido en sus tesoros, sus amigos y una especie de refugio lleno de magia, en donde los ataques incontrolables de tos, la falta de aire, las medicinas, la crueldad de los otros niños y las prohibiciones no podían tocarla y donde podía ser libre...
Siguió leyendo y corriendo aventuras, atreviéndose a soñar con mundos lejanos y criaturas fantásticas. A veces muchas personas le decían "Ya bájate de las nubes", "Deja de soñar despierta", "No te escondas en tus libros" o "Ya crece" pero ella sigió soñando y creyendo.
Por supuesto que el tiempo pasó, nuestra pequeña creció y su asma cedió. Y sin hacer caso de lo que le decían continuó cultivando su vasta imaginación con la lectura y mantuvo intacta a la niña soñadora que lleva dentro.
Esto nos lleva de regreso a la Historia Sin Fin, pues la niña pequeña de esta historia me recuerda mucho a Bastian, el personaje principal de esa película y libro, a quién su gran imaginación y amor por la lectura lo hicieron blanco de las críticas de su padre y sus maestros y de unos niños molestones del colegio que lo golpeaban y metían al basurero cada que podían, además de los reclamos de la gente mayor que le decía "Pon los pies en la tierra y deja de soñar".
Los libros nos ofrecen una vía de escape para evadirnos de nuestra realidad cotidiana, como lo hacen Bastian y la niña de mi historia: desde un conflicto familiar, una enfermedad o incluso una pérdida y de alguna manera, sus personajes nos ayudan a lidiar con situaciones que en el "mundo real" no podemos controlar.
Bueno suficiente con esta historia, en el siguiente post.. ¡las reflexiones!