El rabioso, el insoportable y el perrito obediente.. Narraciones del Micro
¡Mis aventureros! Su bwana ha andado vuelta loca, entre salidas, entrevistas y mil cosas y no había tenido chance de compartir con todos ustedes unas cuantas narraciones de peripecias y cosas que ví estos días mientras era alegre pasajera de un micro.
La primera narración, el rabioso, ocurrió la semana pasada, mientras iba camino a Reforma en una combi. Como bien sabrán, los choferes de estos vehículos para nada respetan señales ni carriles y mucho menos a otros automovilistas y cuando nuestro chofer se le metió a un coche azul, casi pegándole, comenzó todo... El chofi y el del auto azul se la pasaron casi 20 minutos peleando, aventándose el auto y casi provocando un accidente.
Para los espectadores y pasajeros primero fue gracioso, ya después nos entró el miedo pues cada vez se iba calentando más el ánimo, sobre todo por el dueño del carro azul, que cada que se acercaba le gritaba mil y una groserías al chofer, trataba de pegarle y le hacái mil y un señas groseras; mientras que el chofi con cara de hielo y nervios de acero le aventaba la combi y hasta sonreía.
Ni una patrulla había en la localidad para detenerlos e infraccionarlos, fue hasta que el dueño del auto azul se salió a la altura de Satélite, después de la típica mentada.. que todo terminó y me recordó que existe algo llamado "furia del camino" (road rage) y que se da en grandes ciudades como la nuestra, en la que el estrés se ve reflejado en venganzas contra quien se nos ponga enfrente cuando vamos al volante, desde que se nos metieron hasta un simple claxonazo, asi que hay que echar ojo.
La otra narración ocurrió esta mañana, mientras iba de Atizapán a Polanco. Un niño que venía con su abuelita comenzó a canturrear algo asi como "quelo jugal aqui, quelo jugal aqui" pero en vez de decirlo en voz baja iba subiendo el tono de su voz, cada vez más alto y más alto y diciendo más y más rápido la frase. Imaginen estar oyendo al chamaco por más de media hora diciendo eso una y otra vez, ya los pasajeros nos veíamos con cara de "ya por favor que se calle" y no faltaba alguno que venía junto al escuincle que quería ahorcarlo...hasta que su abuelita, mujer prudente le puso una bufanda en la cara, argumentando que "no respirara el aire frío" y logró que se callara. Los demás pasajeros y yo casi casi empezamos a aplaudir y varios soltamos una risita ahogada.
Mi última narración ocurrió hoy de regreso de Polanco. Me subí a una combi, tomé asiento y estaba a punto de echar una siestecita en lo que llegaba a mi casa cuando sentí algo junto a mi pierna, como rozándola. Primero pensé que onda con la chava que tengo al lado y cuando voltee lo que vi me hizo sonreir: era un cachorrito de color café claro, cocker spaniel que se estaba recargando en mi pierna.
Le pregunte a la dueña que si podía acariciarlo y me dijo que sí, y mientras la combi avanzaba entre el tráfico pude notar que el perrito por más que se enfrenara la chombi, por más que se subiera y bajara la gente, no se movía de su lugar, acurrucado en mi pierna. ¡Era una ternurita!
Durante todo el trayecto se fue, tranquilo, de repente olisqueando la pierna de su dueña o mi mano cada que la bajaba para acariciarlo. Me bajé en mi parada, no sin antes volver a acariciar al perrito y felicitar a la dueña porque se portó mejor que muchas personas.
Estas son las patoaventuras y narraciones que les debía. Ni crean que se iban a librar de mí tan fácil jajajaj aguas con los enojones, los niños insoportables y los perritos lindos.
¡Nos vemos en el próximo post!
1 comentario:
jajaja, qué bien, tuviste suerte, lo primero, pues es normal en el df, lo del niño insoportable sólo me hace pensar en una cosa, hay sobrepoblación!!! ya no tengan hijos, sino algún día los degollaré. Y lo tercero, son bien lindos los perritos ;)
muchos abrazos
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